“Para que plazca a Dios y a los hombre”. Ut placeat Deo et hominibus. Con este lema se bautizó a la que sería la ciudad más importante del norte de Cáceres, fundada en 1186 por el rey Alfonso VIII, tomada por los almohades tras la batalla de Alarcos y recuperada de nuevo por las tropas castellanas.
Ciudad que floreció durante la Baja Edad Media y la Edad Moderna, donde se configuró su entramado de calles y barrios antiguos, el de Los Caballeros, el de Los Canónigos, sus dos catedrales, casas solariegas, palacios como el de los marqueses de Mirabel, el actual hotel Carvajal Girón, la Casa de las dos Torres, monasterios, como el actual Parador, las murallas visitables desde Torre Lucía, que alberga también un centro de interpretación medieval, la plaza porticada, el actual ayuntamiento con su abuelo Mayorga, y por su puesto sus puertas, la ciudad que fuera de las siete puertas y de las siete iglesias y que aún, a día de hoy conserva algunas de ellas: la Puerta del Sol, la de Coria, la de Trujillo, Berrozana, la del Carro y sus numerosos postigos.